A las 19:30 horas de un martes 13, los periodistas Ignacio Escolar, Olga Rodríguez, Virginia Alonso e Íñigo Sáenz de Ugarte, junto a los humoristas y profesionales de la risa y la sátira, Leo Bassi, Facu Díaz y Darío Adanti, se reunían en un pequeño local madrileño para debatir sobre algo controvertido, asumido por todos y todas, exigido por muchas personas, causante de conflictos e íntimamente ligado a la profesión periodística, como es la libertad de expresión. ¿Dónde está el límite?

El atentado contra la revista Charlie Hebdo el pasado siete de enero ha reabierto un tema fundamental: ¿dónde está el límite a la libertad de expresión? ¿Debería existir ese límite? ¿Toda sátira es “aceptable”? Para intentar responder o al menos profundizar en alguna de estas cuestiones, desde eldiario.es se organizaba un debate sobre el caso de Charlie Hebdo y la libertad de expresión. La periodista Olga Rodríguez lo tenía muy claro: “es deber de los periodistas defender hasta la sátira más vulgar”. Y matizaba: “vivimos en un mundo desigual, no es lo mismo reírse de una minoría que de los que están en el poder”. En la misma línea Virginia Alonso afirmaba que “se puede bromear con todo, pero con un límite, sin incitar a la violencia y al odio”, lo cual, decía, no ha ocurrido en el caso de Charlie Hebdo ya que “ellos han bromeado con todas las religiones”.

Sin embargo, con la libertad de expresión, al igual que como con cualquier otro tema, muchas veces se usan dobles raseros, raseros que hacen sangrar. Raseros como que un atentado de esta magnitud en Francia sea una catástrofe y saque de sus casas a cientos de personas y otros que ocurren en mundos lejanos para nosotros, no nos duelan tanto. Raseros como que presidentes y altos mandatarios de países dónde se reprime continuamente la libertad de expresión contra sus ciudadanas y ciudadanos, asistan a movilizaciones como la de Charlie Hebdo portando la bandera de las libertades. Raseros como que al mismo tiempo que se alaba la libertad de expresión, se impute a un humorista por un chiste.

El caso de Charlie Hebdo ha trasladado a los medios una problemática latente: la islamofobia. En la semana del atentado “Stop Islam” llegaba a ser trending topic en España y algunos políticos aprovechaban para reabrir una vez más el tema de la inmigración desde el discurso del miedo. Sin embargo, tal y como recalcaron Olga Rodríguez o Íñigo S. Ugarte durante el debate, hay que tener presente que “los musulmanes son la mayor víctima del yihadismo”, aunque no ocupen portadas de periódicos ni abran telediarios en occidente. Olga también recordó que “hay de todo, árabes cristianos, ateos, feministas…”, que en los países árabes son necesarios cambios políticos y económicos y que es muy necesario tener en cuenta el papel del colonialismo en estas comunidades, comunidades en las que el islam ha significado la reivindicación y construcción de una identidad propia frente al colonizador.

De izquierda a derecha, Darío Adanti, Facu Díaz y Leo Bassi.

De izquierda a derecha, Darío Adanti, Facu Díaz y Leo Bassi.

Durante el debate también salió a escena el tema de la seguridad y de las políticas que están poniendo en marcha algunos países para suplir esa falta de seguridad ante supuestas amenazas. Darío Adanti e Íñigo S. Ugarte destacaban que “seguimos apostado por la seguridad y no por la educación o la integración” y que “es muy difícil que estas medidas sean efectivas”, pudiendo incluso “restringir derechos”. En la misma línea Olga Rodríguez rescataba una pregunta de Julian Assange que decía “¿hubiera pasado esto (el ataque a Charlie Hebdo) si se hubiese apostado por otro tipo de políticas?” Y afirmaba que “hemos apostado porque nos vigilen a todos, violando incluso nuestros derechos y nuestra intimidad, impidiendo que se vigilase a aquellos que ya tenían una trayectoria”.

Por su parte, los tres humoristas destacaron la importancia de la libertad de expresión para realizar cualquier tipo de humor y sátira. El humorista Leo Bassi relató una serie de ataques de los que ha sido víctima por su trabajo por parte distintos bandos para demostrar que los ataques vienen desde muchos ámbitos, no solo del fundamentalismo islámico: “hay muchas violencias y muchos límites diferentes que cambian con la época”. Finalmente afirmaba tajante que “hay que sacralizar la sátira”, y que la risa y la ironía “es algo sagrado que hay que respetar guste o no”. Iñigo S. Ugarte, además, recordó que no siempre estuvo prohibido dibujar a Mahoma y que en todo caso, ese “tabú” solo rige a los musulmanes: “La idea de que se pueda asesinar a alguien por eso no viene de ningún mandato religioso”.

¿Qué cabe esperar ahora? ¿Podemos criticar unas sátiras y alabar otras? ¿Existe o debería existir algún límite? Todas estas preguntas continúan aún sin respuesta. La línea entre lo socialmente aceptable y lo que no, es difusa. Sin embargo, no podemos permitir que se instale el discurso del miedo, un miedo que nos conduzca a odiar y a marginar a quien no tiene la culpa, a quien es también víctima. Un miedo que, como decía Olga Rodríguez, nos “inmovilice” y sirva de arma para impedir cambios. Un miedo que restrinja libertades en pos de una supuesta seguridad. ¿Cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos/as, como periodistas, como personas habitantes del denominado primer mundo? ¿Si defendemos la libertad de expresión de Charlie Hebdo deberíamos defender también la de Facu Díaz? ¿Si condenamos atentados como el ocurrido en París, deberíamos condenar también y salir a la calle cuando ocurren en otras partes del mundo? ¿O es que acaso tan solo nos preocupa esa violencia que toca a aquellos que nos han dicho que son “los nuestros”?

De dobles raseros y acontecimientos paralelos

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De izquierda a derecha, Olga Rodríguez, Íñigo Sáenz de Ugarte y Virginia P. Alonso.

La actualidad marcó el ritmo de la jornada como no podía ser de otro modo. Lo sucedido con la revista satírica Charlie Hebdo sirvió a las y los ponentes para poner -en una perspectiva de doble rasero- el acento sobre lo que sucede en España y en otros lugares del mundo. El panorama político fue tildado de hipócrita al ver en las manifestaciones a favor de la libertad de expresión a los mismos mandatarios que en su país la condenan u obvian.

La periodista Olga Rodríguez recordó múltiples acontecimientos vigentes en la actualidad, diversas realidades que como periodistas debemos poner en contexto. El eurocentrismo ha castigado enormemente a los países árabes; cuando se trata de Arabia saudí o de Egipto se tratan las cuestiones de forma distinta, por ejemplo. La actualidad de Siria o el tema de Israel y Palestina son algunas de las cuestiones a las que hizo referencia la periodista, quien además se sintió sola en la lucha contra el golpe de Estado en Egipto y la represión contra compañeros y compañeras de profesión: “a día de hoy no nos acordamos de ellos tampoco”, matizaba.

Sin titubeo alguno, Olga Rodríguez también apeló a la Francia de los valores, de la libertad y la fraternidad (la que ahora parece llevar el rostro de la libertad de expresión), pero también a la Francia que bombardea a la población en Mali. A ella se suman muchas voces que critican este doble rasero.

 

Puede ser que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta

Lo cierto es que la frase pronunciada por Roosevelt al dictador Somoza persiste en nuestros días; comparable a los sucesos que acontecen en Europa cuando los atacantes son aliados de países occidentales, cuando los propios países europeos se benefician. Haciendo mención al caso español, donde tenemos el ejemplo de la Ley Mordaza o la también reciente Ley de Propiedad Intelectual, Virgia Pérez Alonso puso el acento en la gestión del Partido Popular: «Parece que no hay mejor instrumento para ganar unas elecciones que el miedo» haciendo referencia al trabajo de Naomi Klein. Una idea compartida por el resto de ponentes, y que terminó originando un debate en torno a lo que consideraban la «instrumentalización del ataque», puesta en marcha con medidas en torno a la restricción de las fronteras, la seguridad o el miedo.

En una misma perspectiva, la cobertura del suceso alentó a que invitados e invitadas matizaran las opiniones vertidas en grandes y pequeñas cabeceras. Se hizo referencia a la reciente entrevista realizada al escritor Michel Houellebecq en el diario El País, donde éste señalaba que la Islamofobia no era un tipo de racismo. Olga Rodríguez apuntaba a estas declaraciones señalando que se ha llevado la islamofobia a la categoría de lo políticamente correcto, algo que resulta escalofriante. Como apunte, el académico y antropólogo Diego Castellanos desmintió en declaraciones a El Espectador dicho juicio, “ya que en la práctica no existe un Islam abstracto que se rechace mientras se intenta “salvar” a los individuos, sino que el Islam se manifiesta en personas, sociedades y culturas concretas, que además se tiende a relacionar fácilmente a la apariencia física de los individuos”.

«Los musulmanes son las principales víctimas del terrorismo yihadista», recordaba el dibujante Darío Adanti y asentían sus compañeras y compañeros. Y, aunque desde la profesión debamos defender la más absoluta libertad de expresión, no debemos olvidar la cita recogida por Olga Rodríguez: «la sátira es el arma de los débiles que se usa frente a los poderos»; a la inversa, ésta se podría volver en contra.

IMAGEN PRINCIPAL: De izquierda a derecha, Facu Díaz, Leo Bassi, Ignacio Escolar, Olga Rodríguez e Íñigo Sáenz de Ugarte.